sábado, 24 de septiembre de 2011

Lenguas y lecturas en el mundo digital- Roger Chartier


If English ivas good enough for Jesús, it ought to be good enough for the children of Texas.
Sentencia atribuida a Miriam Ferguson, ex gobernadora del estado de Texas




Quisiera empezar esta reflexión sobre las lenguas en la edad de la textualidad electrónica con dos "fábulas", como escribe su autor. La primera  indica la perdurable nostalgia frente a la pérdida de la unidad lingüística; la segunda presenta la figura inquietante de su utópica restauración.

En "El congreso", que Borges publicó en El libro de arena en 1975,(1) un cierto Alejandro Ferri, quien, como Borges mismo, escribió un ensayo sobre el idioma analítico de John Wilkins, está encargado de identificar la lengua que deberán usar los participantes del Congreso del Mundo "que representaría a todos los hombres de todas las naciones". Para documentarse, los instigadores de tal proyecto (cuya asamblea en la Confitería del Gas preside Don Alejandro Glencoe, un estanciero oriental) mandan a Alejandro Ferri a Londres. Relata así sus investigaciones: "Me hospedé en una módica pensión a espaldas del Museo Británico, a cuya biblioteca concurría de mañana y de tarde, en busca de un idioma que fuera digno del Congreso del Mundo. No descuidé las lenguas universales; me asomé al esperanto —que el Lunario sentimental califica de 'equitativo, simple y económico'- y al Volapük, que quiere explorar todas las posibilidades lingüísticas, declinando los verbos y conjugando los sustantivos. Consideré los argumentos en pro y en contra de resucitar el latín, cuya nostalgia no ha cesado de perdurar al cabo de los siglos. Me demoré asimismo en el examen del idioma analítico de John Wilkins, donde la definición de cada palabra está en las letras que forman".

Alejandro Ferri considera sucesivamente los tres tipos de lenguas capaces de superar la infinita diversidad de las lenguas vernáculas: en primer lugar, las lenguas artificiales inventadas en los siglos XIX y XX, tales como el esperanto o el volapük, que debían asegurar la comprensión y la concordia entre los pueblos;(2) en segundo lugar, el retorno a una lengua que puede desempeñar el papel de un vehículo universal de la comunicación como lo hizo el latín y, por último, las lenguas formales que prometen, como lo propuso en 1668 el philosophical language de John Wilkins, una perfecta correspondencia entre las palabras (en las que cada letra es significativa) y las categorías, especies y elementos. En su ensayo sobre John Wilkins, publicado en 1952 en Otras inquisiciones, (3) Borges da un ejemplo de esta lengua perfecta: "de, quiere decir elemento, deb, el primero de los elementos, el fuego; deba, una porción del elemento del fuego, una llama". Así, cada palabra se define a sí misma y el idioma es una clasificación del universo. 

Finalmente, las investigaciones de Ferri se revelan inútiles. Reunir un Congreso del Mundo era una idea absurda porque este Congreso existe ya: es el mundo mismo como lo reconoce Don Alejandro:

Cuatro años he tardado en comprender lo que les digo ahora. La empresa que hemos acometido es tan vasta que abarca —ahora lo sé— el mundo entero. No es [sic\ unos cuantos charlatanes que aturden en los galpones de una estancia perdida. El Congreso del Mundo comenzó con el primer instante del mundo y proseguirá cuando seamos polvo. No hay un lugar en que no esté.

Entonces, la búsqueda de un idioma universal es una idea vana, ya que el Mundo está constituido por una irreductible diversidad de lugares, cosas, individuos y lenguas.

Tratar de borrar semejante multiplicidad es perfilar un porvenir inquietante. En "Utopía de un hombre que está cansado", publicado también en el Libro de arena,(4) el mundo de los tiempos futuros en el que se ha perdido el narrador, ha vuelto a la unidad lingüística. El visitante del porvenir, Eudoro Acevedo, quien es profesor de letras inglesas y americanas, escritor de cuentos fantásticos y tiene su escritorio en la calle México donde estaba la Biblioteca Nacional, uno de cuyos directores fue Borges, no sabe cómo comunicarse con el hombre alto que encuentra en la llanura: "Ensayé diversos idiomas y no nos entendimos. Cuando él habló lo hizo en latín. Junté mis ya lejanas memorias de bachiller y me preparé para el diálogo". Le dice el hombre: "Por la ropa, veo que llegas de otro siglo. La diversidad de las lenguas favorecía la diversidad de los pueblos y aun de las guerras; la tierra ha regresado al latín. Hay quienes temen que vuelva a degenerar en francés, en lemosín o en papiamento, pero el riesgo no es inmediato".

El mundo del porvenir donde no existe más que una sola lengua es también un mundo del olvido, sin museos, sin bibliotecas, sin libros: "La imprenta, ahora abolida, ha sido uno de los peores males del hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios", dice el hombre sin nombre. ("Me has dicho que te llamas Eudoro; yo no puedo decirte cómo me llamo, porque me dicen alguien"). El retorno a la unidad lingüística significa, así, la pérdida de la historia, el desvanecimiento de las identidades y, finalmente, la destrucción aceptada. Al salir de la casa en compañía de sus habitantes, Eudoro Acevedo descubre un edificio inquietante: "Divisé una suerte de torre, coronada por una cúpula. Es el crematorio —dijo alguien—. Adentro está la cámara letal. Dicen que la inventó un filántropo cuyo nombre, creo, era Adolfo Hitler".

La utopía de un mundo sin diferencias y sin pasado acaba en una figura de muerte. Al comentar en el "Epílogo" los diversos cuentos reunidos en El libro de arena, Borges indica que la fábula del hombre cansado es "la pieza más honesta y melancólica de la serie" —melancólica, quizá, porque todo lo que en las utopías clásicas parece prometer un futuro mejor, sin guerras, sin pobreza ni riqueza, sin gobierno ni políticos ("Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos") conduce a la pérdida de lo que define a los seres humanos en su humanidad: la memoria, el nombre, la diferencia.

Estas varias lecciones borgesianas no carecen de pertinencia para que entendamos nuestro presente. ¿Cómo, en efecto, pensar la lengua de este nuevo "congreso del mundo" tal como lo construye la comunicación electrónica? Su posible universalidad se remite a las tres formas de idiomas universales encontradas por Alejandro Ferri en la British Library. La primera, que es la más inmediata y evidente, se vincula con la dominación de una lengua particular, el inglés, como lengua de comunicación universalmente aceptada, dentro y fuera del medio electrónico, tanto para las publicaciones científicas como para los intercambios informales de la red. Se remite, también, al control, por parte de las empresas multimedia más poderosas -es decir estadounidenses—, del mercado de las bases de datos numéricos, de los sitios web o de la producción y difusión de la información. Como en la utopía aterrorizante imaginada por Borges, semejante imposición de una lengua única y del modelo cultural que conlleva conduce necesariamente a la destrucción mutiladora de las diversidades

Pero este nuevo planteamiento de la "questione della lingua", como decían los italianos del Renacimiento (de Pietro Bembo a Baldassare Castiglione), que se liga a la dominación del inglés, no debe ocultar otras dos innovaciones de la textualidad electrónica. Por un lado, el texto electrónico reintroduce en la escritura algo de las lenguas formales que buscaban un lenguaje simbólico capaz de representar adecuadamente los procedimientos del pensamiento. Es así que Condorcet subrayaba, en su Esquisse d'un tabkau historique des progres de l'esprit humain, la necesidad de una lengua común, apta para formalizar las operaciones del entendimiento y los razonamientos lógicos, y que fuese traducible en cada lengua particular. Esa lengua universal debía escribirse mediante signos convencionales, símbolos, cuadros y tablas, todos estos "métodos técnicos" que permiten captar las relaciones entre los objetos y las operaciones cognitivas.(5) Si Condorcet vinculaba estrechamente el uso de esta lengua universal con la invención y la difusión de la imprenta, en el mundo contemporáneo es en relación con la textualidad electrónica que se esboza un nuevo idioma formal, inmediatamente descifrable por cada uno. Es el caso de la invención de los símbolos, los "emoticons", como se dice en inglés, que utilizan de una manera pictográfica algunos caracteres del teclado (paréntesis, comas, punto y comas, dos puntos) para indicar el significado de las palabras: alegría :- ) tristeza :-(ironía ;-) ira :-)@ ... Ilustran la búsqueda de un lenguaje no verbal que, por esta misma razón, pueda permitir la comunicación universal del registro del discurso.


En El presente del pasado. Escritura de la Historia o Historia de lo escrito


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